Detrás del fracaso escolar masculino hay otras realidades que desprecian los actuales responsables
Este curso escolar nos ha dejado el amargo sabor del fracaso y la mediocridad. Los documentos del Ministerio de Educación y Ciencia nos muestran con crudeza la situación académica de nuestros niños y jóvenes. España es el tercer país de la Europa de los veinticinco, después de Malta y Portugal, en abandono temprano de la educación. Según datos de la OCDE, un 33% de alumnos deja los estudios tras la ESO (sólo por delante de la República Eslovaca, Turquía y Méjico).
Este curso escolar nos ha dejado el amargo sabor del fracaso y la mediocridad. Los documentos del Ministerio de Educación y Ciencia nos muestran con crudeza la situación académica de nuestros niños y jóvenes. España es el tercer país de la Europa de los veinticinco, después de Malta y Portugal, en abandono temprano de la educación. Según datos de la OCDE, un 33% de alumnos deja los estudios tras la ESO (sólo por delante de la República Eslovaca, Turquía y Méjico).
Pero lo más llamativo es un dato evidente, que aparece de forma reiterada en todas las estadísticas y que los responsables de la educación parecen ignorar totalmente: el fracaso escolar en nuestro país constituye una problemática principalmente masculina. El fenómeno afecta por igual a todas las enseñanzas y ciclos, se mantiene con la misma intensidad tanto en las enseñanzas profesionales, como en los ciclos educativos que forman parte de la enseñanza obligatoria, y se concentra en la edad de 15 a 18 años, lo que supone que, en todos los tipos de enseñanza, las chicas obtienen mejores resultados actualmente y la diferencia va progresivamente en aumento.
Los varones están en crisis desde el punto de vista educativo. Las chicas sacan mejores notas y acceden en mayor medida a la Universidad. En contra de lo que infundadamente piensa la mayoría de la sociedad y como demuestran los estudios, son las chicas las que están arrasando en los colegios. El chico tipo está un año y medio por detrás de la chica tipo en lo que se refiere a leer y escribir; está menos comprometido en el colegio, se comporta peor y es más improbable que acabe realizando estudios universitarios. Lejos de aparecer tímidas y desmoralizadas, las chicas de hoy ensombrecen a los chicos. Consiguen mejores calificaciones. Tienen aspiraciones educativas más altas. Siguen programas académicos más rigurosos y participan en clases de alto nivel en mayor porcentaje. Muchas más chicas que chicos estudian en el extranjero.
A principios de los 90,The Times advirtió de la posibilidad de dar lugar a una segunda clase de hombre, sin habilidades y sin empleo. También el Economist se refirió a los chicos como «el segundo sexo» el día de mañana. La revista Business Week, en mayo de 2003, publicó un preocupante artículo (How the educational system bombs out for boys?), sobre cómo los chicos están siendo marginados por el sistema educativo, frente a unas chicas que, en igualdad de edad, los superan en capacidades. Le Monde de l´Education señaló recientemente la preocupación de los sectores educativos por la inadaptación de los chicos.
En España se ignora la existencia de este fuerte componente sexual en el fracaso escolar. Es un aspecto del que nunca se habla, pero que los docentes conocen perfectamente. Se barajan otras muchas variables —la edad, la raza, el nivel económico—, pero la relativa al sexo se ha extirpado de nuestros datos porcentuales. En consecuencia, no hay ninguna actuación para darle solución.
Mientras continuemos ignorando que el rey está desnudo, seguiremos sin solucionar el fracaso escolar que sufren nuestros muchachos. Este asunto se suele despachar en la mayoría de las ocasiones con la idea simplista de que las chicas son más estudiosas, pero lo cierto es que detrás de los datos de fracaso escolar masculino se esconden otras realidades psicológicas y sociales que son absolutamente despreciadas e ignoradas por los responsables actuales de la educación. Como afirma Donna Laframboise, en relación con las niñas todos estamos pendientes de los fallos del sistema educativo, del acoso en las escuelas, de la falta de estimulación de los padres, de los roles y estereotipos que la sociedad les impone. Pero en el caso de los niños, se les echa la culpa a ellos de su propio fracaso, no a las circunstancias, al modelo educativo o a la sociedad. Esto es injusto y trae nefastas consecuencias.
El menor rendimiento escolar puede generar —y más en la adolescencia— complejo de inferioridad, descenso de la autoestima, absentismo, necesidad de evasión de la realidad por medio del consumo de drogas y alcohol. La estabilidad emocional de algunos niños se ve afectada por la incomprensión a la que se ven sometidos durante la convivencia escolar constante con el sexo opuesto. Diversas investigaciones están dando cifras preocupantes de depresiones en niños y jóvenes, que suelen manifestarse con un bloqueo en los estudios que nadie se explica.
Los chicos españoles son cada vez más analfabetos que las chicas y están más desubicados que nunca. Tienen problemas, pero nadie sabe a qué se deben o cómo abordarlos. Los planes de igualdad en las escuelas no hacen sino ahondar aún más en una postura radicalmente errónea que pretende negar unas características propias a los varones. Nuestro sistema educativo está dando a los muchachos mucho menos de lo que merecen académicamente hablando.
Es necesario que los poderes públicos y las administraciones educativas se quiten la venda de los ojos y reconozcan la existencia de unas diferencias sexuales en el aprendizaje que están siendo despreciadas y cuya ignorancia provoca que los chicos se frustren, reduzcan su nivel de aspiraciones, piensen que estudiar es «cosa de chicas» y se hagan notar por medio de los excesos de violencia que llenan últimamente las páginas de nuestros periódicos. Nuestros muchachos no necesitan medicamentos contra la hiperactividad, psicopedagogías liberadoras, políticas de género o planes de igualdad que los rescaten de su masculinidad. Lo que necesitan son enormes dosis de comprensión y un sistema de enseñanza que se adapte a sus peculiares características y a sus tareas vitales específicas.
María Calvo CharroProfesora de Derecho Administrativo en la Universidad Carlos III
La Gazeta de los Negocios
27.VII.2007
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